
Dedicamos esta entrada del blog a la obra cumbre de Gustav Klimt, «El beso».
El beso (los enamorados) (1908) de Gustav Klimt es un lienzo que permite muchas interpretaciones. Aquí presentamos una teoría sencilla basada en un análisis de los detalles específicos del cuadro, examinado a la luz de una tradición iconográfica clásica. El método que usaremos para exponer la teoría será confrontar imágenes de “El beso” con otras representaciones históricas de la fábula de Apolo y Dafne.
Las metamorfosis de Ovidio, Libro I, la historia del encuentro entre Apolo y Dafne.
Resumidamente, en la mitología Apolo se ha reído de la habilidad de Eros con el arco y para vengarse Eros dispara una flecha de amor a Apolo y otra de desamor a Dafne. Apolo intenta convencer a Dafne mientras la persigue por el bosque. Cuando está a punto de alcanzarla, Dafne pide ayuda a su padre, el río Peneo (o a su madre la diosa Gea –tierra- según las versiones) para que la transforme en un laurel y así desembarazarse de Apolo. Entonces sucede la transformación de los cabellos en hojas, los brazos en ramas y los pies en raíces, siendo estos absorbidos por Gea.


Normalmente las obras de arte describen el momento en que Apolo alcanza a Dafne y esta se convierte en laurel, mostrando al mismo tiempo la acción persecutoria y la metamorfosis vegetal de Dafne, con ramas que crecen de sus brazos. Tenemos bellísimas manifestaciones del período del renacimiento. Como es normal, Apolo se caracteriza por llevar en honor de Dafne una corona de laurel.


En el momento de la transformación de sus pies en raíces se observa en algunas obras, como en la inconmensurable escultura de Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), que los dedos de los pies de Dafne se alargan atraídos por la fuerza de la madre Tierra.



En la obra de Ovidio hay un párrafo magnífico que describe el momento en que finalmente Apolo abraza y besa a Dafne, a pesar del hecho de que ya ha adquirido las formas del laurel e, incluso Apolo siente todavía el latido de su corazón. Carel van Mander (1548-1606) representó de un modo muy audaz este momento de la fábula en 1588.

El texto de Ovidio dice:
“Apenas la plegaria acabó un entumecimiento pesado ocupa su organismo,
se ciñe de una tenue corteza su blando tórax,
en fronda sus pelos, en ramas sus brazos crecen,
el pie, hace poco tan veloz, con morosas raíces se prende,
su cara copa posee: permanece su nitor (belleza) solo en ella.
A ésta también Febo la ama, y puesta en su madero su diestra
siente todavía trepidar bajo la nueva corteza su pecho,
y estrechando con sus brazos esas ramas, como a miembros,
besos da al leño; rehúye, aun así, sus besos el leño.”
[Ovidio, Las metamorfosis, Libro I].
En definitiva, Apolo consigue besar la madera del laurel, que rechaza los besos. En este momento Ovidio dice que la cabeza de Dafne es cómo la copa de un árbol pero aún conserva su belleza. Y la bella Dafne de Klimt tiene hojas, flores y frutos de laurel (probablemente de la variedad Dafne odora aureomarginata) en su cabeza en forma redonda. Si observamos el cuerpo y los brazos de ella vemos que muestran la rigidez de la transformación vegetal y de sus pies, como en la historia clásica de la fábula, surgen ramas de laurel. Ovidio también dice que Dafne lleva los brazos «desnudos en más de media parte sus hombros».

Ahora contemplamos El beso (los enamorados), de Gustav Klimt con mayor emoción si cabe porque después de esta interpretación, entendemos que la obra de arte es más bella. En cierto sentido, sabiendo lo que representa, es más verdadera. El beso de Klimt es el beso que Apolo da a Dafne. Esta interpretación sitúa a Klimt (¡como si hiciera falta!) entre los grandes de la historia del arte. No hay que tener ningún reparo en poner «El beso» de Klimt junto a la escultura de Bernini de Apolo y Dafne, al contrario, pues ambas obras comparten una misma tradición basada en la mitología, salvando todas las distancias que se quiera. Lo que ha ocurrido es que históricamente la representación del acto del beso ha sido la excepción al reflejar la fábula de Apolo y Dafne.

La aureola dorada significa, en este contexto, la irradiación de Apolo que no en vano es el Dios del Sol. Por cierto, ¿no era Gustav Klimt un pintor simbolista?

Finalmente, transcribimos unas palabras del historiador del arte Ernst Gombrich sobre la investigación iconográfica que vienen al caso:
«Igual que ocurre en los demás trabajos de investigación histórica detectivesca, para resolver los rompecabezas iconográficos hace falta suerte además de cierto bagaje de conocimientos básicos. Pero si esa suerte se tiene, los resultados de la iconografía pueden a veces alcanzar las cotas de exactitud exigibles a una prueba. Si se puede hacer corresponder una ilustración compleja con un texto que dé cuenta de sus principales rasgos, puede decirse que el iconógrafo ha demostrado lo que pretendía. Si existe una serie completa de tales ilustraciones que se corresponde con una serie análoga en el texto, la posibilidad de que esta correspondencia se deba al azar es verdaderamente remota». [E. H. GOMBRICH, Imágenes simbólicas, Madrid: Alianza Editorial, 1983, p. 17].
BIBLIOGRAFÍA:
Julio VIVES CHILLIDA, El beso (los enamorados) de Gustav Klimt. Un ensayo de iconografía, Editorial Lulu.com (print on demand), 2008, 144 pp. ISBN 978-1-4092-0530-2.
— “El significado iconográfico de “El beso (los enamorados)” de Gustav Klimt”, comunicación al I Coup de Fouet International Art Nouveau congress, Barcelona, junio de 2013. Ebook (Publications de la Universitat de Barcelona), 2015. Disponible en internet: http://www.artnouveau.eu/admin_ponencies/functions/upload/uploads/Julio_Vives_Chillida_PaperB.pdf
En este mismo blog puede consultarse una versión extensa y actualizada en: https://muebledeviena.com/2020/05/04/the-kiss-the-lovers-by-gustav-klimt-apollo-daphne-an-iconographic-essay/