El Café de la Marina de San Sebastián (1867-1946) y sus sillas valencianas.

EL CAFÉ DE LA MARINA (1867).

Los cafés, particularmente a finales del siglo XIX y principios del XX eran testigos de las diversas facetas de la vida de las ciudades, de algún modo lugares en los que se fraguaba la historia. Lógicamente -y más a lo largo de muchos años de funcionamiento- tenían cambios de propietario y de decoración. En estas entradas del blog que publicamos -centradas en el mueble curvado de los establecimientos- llevamos también a cabo instrumentalmente una micro-investigación -a un nivel básico- en la que intentamos precisar datos de los locales en perspectiva histórica partiendo de textos e imágenes, que son las fuentes más a mano. A veces el camino hasta llegar a una silla es tortuoso. Afortunadamente se hicieron muchas postales de la Alameda durante el tiempo que estuvo el café, con nombres diversos, pero las fechas que se indican en cada caso suelen ser sólo una aproximación.

Había Cafés de la Marina en otra ciudades pero cuando se habla del Café de la Marina, es el de San Sebastián.

La Casa de la Marina en construcción en el Boulevard (1865 ca.). Fotografía Otero, Aguirre, Marín. Kutxateka. Colección Rafael Munoa.

Por lo que explican las crónicas sobre su origen, el Café de la Marina se inauguró el 17 de febrero de 1867 con un baile de máscaras. Estaba en los bajos de la casa de la calle Garibay número 2 que hace esquina con el Boulevard (Paseo de la Alameda). El edificio del recién ensanche donostiarra se debía al maestro de obras, José Galo de Aguirresarobe y Maíz (1811-1886), construido con la idea de que se instalara en los bajos un café del propietario Miguel Martín Oteiza (1826-1888). Este era un empresario hotelero que ya tenía un café con ese mismo nombre en Donostia y gestionó el nuevo Café en el edificio llamado «Casa de la Marina» durante algunos años.

La Casa de la Marina en el Boulevard.

Era el Café de la Marina un establecimiento elegante, historicista en su estética (Luis XVI, se decía), que se puso de moda y al que acudía todo visitante de la ciudad, aristócrata, madrileño o no. Era también un centro de reunión para los aficionados y protagonistas de la lidia. Estaba decorado lujosamente con espejos y retratos de personajes ilustres de Guipúzcoa, obra del pintor Eugenio Azcue (1822-1890). El historiador Nicolás de Soraluce (1820-1884) escribió en 1867 una obra con el título Los retratos del Café de la Marina de la ciudad de San Sebastián, en la que, como preludio a las biografías de los personajes históricos retratados, describe someramente el Café con estas palabras, que transcribimos en cursiva:

Situado en uno de los mejores puntos, frente a la desde antes llamada Plaza Vieja, con una fachada al jardín-paseo de la Alameda, y á la calle de Garibay con otra, bello aspecto forma el edificio, cuyos elevados arcos, sobre que está levantado, sirven á la vez ocho de ellos de otras tantas puertas que dan entrada al Café. El interior de éste tiene 21 metros de largo 11 de ancho y 7 de altura, con espejos de 4 metros de altura, ocho hermosas arañas de cristal de á 6 luces para gas, y otra multitud de adornos con gusto distribuidos. Todo este conjunte induce á que los forasteros y extranjeros, al entrar en él por primera vez, se figuren cual si instantáneamente hubieran sido transportados á uno de los mejores de Madrid ó de París.

EL CAFÉ SUIZO Y DE LA MARINA.

Un coche enfrente de la terraza del Café.

En la década de 1880 Oteiza vendió el local a unos hoteleros suizos y en 1881 montó en San Sebastián un nuevo Café con su apellido (Café Oteiza). Fue el primer cambio de propietario de la Marina y el local lo gestionó su dueño llamado Leonardo Alberto Monigatti hasta 1906 como “Café Suizo y de la Marina” aunque siguió siendo para todo el mundo, incluidos los anuarios y la prensa, «el Café de la Marina».

Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración, 1887.
«El Café de la Marina» en la Revista Blanco y Negro, vol. 5, 1895.

El Café era tan concurrido que el periodista Luis Royo y Villanova, en un reportaje en el diario Blanco y Negro de Madrid, de 11 de agosto de 1894, recogía la siguiente frase, distinguiendo en «el concierto madrileño formado por la sociedad paseante de la Concha y la sociedad sentada del Boulevard»: «¿Quién es el afortunado mortal que consigue sentarse junto a un velador del Café de la Marina en estos días de agosto? Los más se quedan soplando la cuchara o la cucharilla, del café. La concurrencia ocupa el interior, los veladores de la acera, sale al arroyo, pide sillas y más sillas como pedirá más tarde caballos en la plaza, y poco a poco, el famoso establecimiento del suizo viene a resultar un Café…hasta la pared de enfrente».

Terraza del Café en el Paseo de la Alameda.

En las imágenes de la terraza que se conservan de diversas épocas se ve que las sillas y sillones son los tradicionales muebles de junco, médula y mimbre, aptos por su resistencia para estar a la intemperie, y que se fabricaban en el País Vasco -y en estilo vasco, se anunciaba- por varias empresas que tuvieron mucha importancia en su época en este sector, particularmente en Guipúzcoa, como la de Dámaso Azcué (Azpeitia) o la de Agustín Aguirre (Zumárraga).

EL CAFÉ KUTZ (1906).

En 1906 el Café de la Marina cambió de propietario por segunda vez. En la revista Industria e invenciones de 1 de septiembre de 1906 consta la concesión a Luis Kutz de un nombre comercial -Café Kutz- “para su establecimiento situado en San Sebastián”, aunque en la solicitud que había hecho de 24 de abril de 1906 se pedía el nombre -en plural- para «sus establecimientos destinados a cafés, situados en San Sebastián» porque tenía ya algún café con el mismo nombre, al menos uno en la Avenida de la Libertad número 11.

Postal de la Avenida de la Libertad. A la izquierda el primer Café Kutz. 1910 ca.

Sea como fuere, al adquirir el Café del Boulevard, Kutz hizo reformas importantes, que duraron seis meses y fueron costosas -según relata el Heraldo de Madrid de 17 de julio de 1907 (el Café se inauguró en junio de 1907)-. Se trataba de modernizar el local y aprovechar así el impulso de la Belle époque donostiarra. Los Kutz eran una familia de cerveceros alemanes procedentes de Ulm. Para sus cafés inicialmente importaban cerveza de Munich en vagones frigoríficos, pero con el tiempo llegaron a elaborarla ellos mismos -primero Ramón y después Juan y Teodoro Kutz- en Ategorrieta, editando la famosa marca «El león» y más tarde «Keler».

Un aspecto que se menciona en las crónicas que hemos leído es que Kutz retiró en la reforma del establecimiento los retratos de Eugenio Azcue que estaban en el Café desde su orígen. Cabe preguntarse si esos cuadros se conservan y en caso afirmativo, dónde. Eran unos elementos decorativos importantes del local en aquella época y serviría su difusión para conocer el ambiente solemne que debía tener el Café con personajes como Juan Sebastián de Elcano, Manuel de Larramendi o Ignacio de Loyola observando a los clientes desde las paredes.

Tarjeta postal del Café Kutz en la Alameda de San Sebastián. Edición G. G. Galarza. 1910 ca.

EL NUEVO KUTZ.

En 1911 el Café Kutz devino impopular porque sufrió un contundente y extendido boicot, apoyado por la clientela con eficacia, organizado por la sociedad de camareros. Fue una movilización del gremio provocada por el despido de dos de los trabajadores del establecimiento, conflicto laboral que terminó con un arbitraje. El boicot fue duradero y la noticia era titulada en la prensa como «los camareros de San Sebastián», reflejando así su magnitud (La Correspondencia de España, 30/11/1911, n.º 19.650, página 1).

Café Kutz, Fotografía de Ricardo Martín (1917). Kutxateka.

En aquellos años se editaron postales en las que puede verse en el toldo de la terraza del Café las palabras «Nuevo Kutz». No sabemos si el cambio de nombre fue efectivo. Quizá sólo era una estrategia publicitaria para recuperar el prestigio que pudo haberse perdido con el boicot de los trabajadores de la hostelería y no respondía a un cambio en la gestión o en la decoración.

Tarjeta postal en la que puede leerse en el toldo del café «Nuevo Kutz». En primer plano la camisería de Lefévre-Parabere.
La Alameda y el Nuevo Kutz.

EL GRAN CAFÉ DE LA MARINA DE FLORENTINO ROJO (1920 ca.).

En los primeros años de la década de 1920 había adquirido el Café del Boulevard número 23 -tercer cambio de propietario- Florentino Rojo, otro empresario poderoso que dirigía otros locales en la ciudad, como el Café del Rhin, sobre el que puede leerse una entrada en este blog, por sus sillas valencianas. En efecto, una visita a la hemeroteca muestra que en la prensa de los años veinte y treinta se seguía hablando del «Café de la Marina de San Sebastián». Aparece, por ejemplo, en el Anuario del comercio, industria, profesiones y tributación del País Vasco de 1929 y de 1930 con el nombre «Café de la Marina, Alameda número 23». 

Fotografía de autor desconocido de los años veinte con el nombre «Gran Café de la Marina» en el toldo.

EL NUEVO «GRAN CAFÉ DE LA MARINA» (1934).

En 1934 el establecimiento de San Sebastián fue reformado, inaugurándose el 17 de marzo y pasó a llamarse, según dicen las crónicas periodísticas, «Gran Café de la Marina», recuperando su antiguo nombre, aunque como hemos visto, se mantuvo esta denominación durante muchos años antes. El traspaso -cuarto cambio de propietario- pudo ser algo turbulento porque, al parecer, intervinieron en la transacción unos italianos que fueron detenidos posteriormente. Lo explica la prensa de Madrid de 29 de mayo de 1934:

Ahora (Madrid), 29 de mayo de 1934 página 23.

Entre 1934 y 1937 la dirección del Café era Boulevard número 23, pero el 15 de junio de 1937, tras la ocupación de San Sebastián por las tropas franquistas, pasó a ser «Alameda Calvo Sotelo, 23». Durante la Segunda Guerra Mundial una Orquesta con el nombre Iberia-Fox, y una cantante llamada Carmen Turnes, interpretaban todas las tardes la famosa canción Lilí Marleen en el Café de la Marina para amenizar a los clientes.

El local, en una imagen del interior conocida y publicada en las revistas del año de la inauguración y posteriores -por ejemplo en la Guía de Ferrocarriles de Guipúzcoa– presenta una imagen espectacular, con unas formas propias del Art déco tardío español. Al parecer la decoración del café, con una iluminación moderna, fue encargada por el gerente Andrés Hautreux -que debía ser el «capitalista francés» descrito en la prensa (en el anuncio se dice «on parle français»)- a un dibujante donostiarra llamado Ramón Elizalde y en ella intervino un taller de renombre como era el de los Hermanos Gargallo.

Anuncio con fotografía del interior del «Gran Café de la Marina», Revista de 1934.

Aunque se ha comparado este interior incluso con las líneas de alguna obra del arquitecto Frank Lloyd Wright (1867-1959), a mí me parece inspirado -psicodélicamente- en los nervios que salen de las columnas del coro de la iglesia de Santa María de San Sebastián. Las columnas con molduras del Café serían una versión pop que podría trasladarse sin hacer el ridículo a un pub de los años setenta.

Iglesia de Santa María del Coro (San Sebastián).

LAS SILLAS DE LUIS SUAY.

Como no disponemos de una imagen del interior del Café entre 1906 y 1934 particularmente, no podemos saber si las sillas que se ven en la fotografía que hemos reproducido del interior del Gran Café de la Marina, con la decoración de la reforma de 1934, ya se habían instalado en 1906 con la reforma de Kutz, o posteriormente, lo que es posible ya que esas sillas estaban en el mercado, al menos, desde 1910.

Detalle del interior del Gran Café de la Marina e ilustración del catálogo de Luis Suay (1910 ca.). Archivo Valenciano del Diseño.

Las sillas que se aprecian en el interior del nuevo Gran Café de la Marina son concretamente del modelo número 71 del catálogo de Suay de 1910 (datación aproximada). Son unas sillas con un aspecto elegante y fino para la época. Tienen la pala del respaldo curvada y con un hueco en forma ondulada en el centro, el respaldo con tres barras y el asiento – lo bastante pequeño para que el cliente lo abandonara rápido después de una consumición-, presenta una ondulación en la parte frontal que recuerda al modelo de silla número 28 de Hermanos Thonet, llamado también “silla con forma de corazón” y que fue muy popular en Barcelona entre 1880 y 1900, por ejemplo, en La pajarera y el Café Colón. Es un modelo de silla que se identifica así mismo por la pieza entre las patas (traba con forma de cruz bifurcada) que era una patente de Suay de 1902. Se encontraban sillas iguales en el hall del Círculo Alcireño en Alzira (València).

Un ejemplar de silla número 71 de Luis Suay puede verse en el Espai corbat, la colección de mueble curvado valenciano de la Fundació Caixa Vinaròs, aunque en vez de chapa con bajo relieve, que es el acabado que muestra el catálogo, es una pieza en la que se diseñó el asiento originalmente para tapizar.

Silla número 71 de Luis Suay. Colección de la Fundació Caixa Vinaròs.

EL FINAL DEL CAFÉ: LOS AÑOS CUARENTA.

El Café, tras su traspaso -quinto cambio de propietario- a José María Fernández Heredia en 1941, cerró en 1946. Desde los años cincuenta el local está ocupado por la joyería-relojería Olazabal.

El Café de la Marina después de la Guerra Civil. Fotografía Vicente Martín. Kutxateka (1945).

FUENTES:

Luis Royo y Villanova, «Viajes de Blanco y Negro. San Sebastián», Blanco y Negro, 11 de agosto de 1894.

Javier Sada, “El Café de la Marina recupera su nombre”, Diario Vasco, 21 de marzo de 2010.

Carlos Blasco, J. J. Fernández Beobide y Lola Horcajo, «El primer café del ensanche», Diario Vasco, 8 de marzo de 2017.

«El Gran Café de la Marina en Donostia/San Sebastián», Revista SanSebastian.com, 7 de febrero de 2017).

Nicolás de Soraluce Zubizarreta, Los retratos del Café de la Marina de la ciudad de San Sebastián, Madrid: 1867, pp. 5-6.

Kutxateka: https://www.kutxateka.eus/

Arxiu Valencià del Disseny.

Fundació Caixa Vinaròs (Espai corbat).

Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España.

SanSebastiandesaparecida.com

Archivo documental del autor.

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